Se promulgó una nueva constitución que estableció un poder ejecutivo integrado por tres cónsules durante 10 años en el cargo desde 1799, pero todo el poder se concentraba en el primer cónsul, hasta el comienzo del Imperio Napoleónico en 1804.
Por extensión, el término Consulado se refiere también a dicho periodo histórico francés.
Posteriormente, Sieyès y Ducos fueron reemplazados por Jean Jacques Régis de Cambacérès y Charles-François Lebrun, quienes siguieron en el cargo hasta 1804, cuando Napoleón fue coronado.
Aún sin llegar a ser emperador, Napoleón ya se había proclamado cónsul vitalicio, ostentando prácticamente todo el poder, y convirtiéndose en el prototipo de gobernante popular que más tarde sería reafirmado con el título de emperador de los franceses.
En 1802, aprovechando la acogida que tuvo en Francia, Napoleón firma el Tratado de Paz de Amiens con Gran Bretaña, modifica la Constitución y se auto-proclama cónsul único, vitalicio, y con poder hereditario.