Al mismo, asistieron cardenales, muchos obispos de Francia, Alemania, Inglaterra y España.
Y el abad combatió fuertemente esta proposición, después que se hubo disputado mucho tiempo.
A este mismo concilio se llevó una especie des fanático llamado Eon de la Estrella, que había engañado a mucha gente del pueblo publicando que él era quien debía juzgar los vivos y los muertos a causa de estas palabras de la Iglesia, per eum qui venturus est, &c. que se pronunciaba entonces per Eon.
Pero como solo dio algunas respuestas insensatas, se le puso en prisión, donde murió poco tiempo después.
No se pondrán en las iglesias, dice este canon, sacerdotes por comisión, sino cada una tendrá su sacerdote particular, que no podrá ser destituido sino por el juicio canónico del obispo y se le señalará la subsistencia conveniente sobre los bienes de la iglesia.