[1] Estas convenciones las vemos a diario en diferentes ámbitos de nuestras vidas: el social, profesional y personal.
El momento clave del cambio radical a la diferenciación de género por medio de los colores fue en 1940, cuando la tienda departamental Jenner y Beane publicó en su catálogo una declaración imperativa: «El rojo es para niñas y el azul es para niños».
El color de género existe por estas tres condiciones y no solo eso, es más que una simple convención, es un estereotipo.
[5] La problemática se encuentra cuando no nos damos cuenta del efecto que estas asociaciones de color tienen en los jóvenes en quienes son impuestas.
[7] Hace unos años se realizó un experimento en el que un aula era tratada categorizando a los grupos por género.
Se encontró que el primer salón tenía estereotipos creados sobre cada grupo y que habían creado roles de género; el segundo grupo se mantuvo como un ambiente amigable y sereno.