Claude Bernard

Fuera o no acertado, este consejo hizo que Claude Bernard diera un giro a su vida y se trasladara a París para iniciar la carrera de medicina.

Sin embargo, Bernard no se encontró nunca cómodo con los supuestos epistemológicos de su maestro, lo que determinó que sus intereses dieran un nuevo giro, pasando esta vez del ámbito puramente científico al filosófico.

Pese a que resulta un hecho poco conocido por los estudiosos de la epistemología, Claude Bernard adelantó las principales tesis de Karl Popper en este campo.

En 1853 se doctoró en ciencias naturales ante un tribunal formado por Milne-Edwards, Alexandre Dumas y Jussieu.

Dicho modelo señala como cualidad definitoria de los seres vivos la capacidad para mantener las condiciones físico-químicas del medio con el que están en contacto.

En sentido inverso, son dichas condiciones físico-químicas del líquido que baña las células (medio interno) las que, al entrar en contacto con ellas, determinan la aparición de los fenómenos fisiológicos.

Este sencillo esquema pretende dar razón (hasta donde ello es posible) del "quid" propio de lo vivo.

Ambas están, como se verá a continuación, profundamente relacionadas entre sí.

Este antireduccionismo hace que considere lo orgánico y lo inorgánico como dos campos cualitativamente diferentes.

A este respecto escribe lo siguiente: “La materia inerte no tiene espontaneidad en sí misma, carece de una diferencia individual, y por lo tanto uno puede estar seguro de los resultados obtenidos.

Cualquier variación en los organismos hacía que los resultados experimentales variasen de manera significativa.

Es interesante la postura de Bernard a este respecto (y es evidente que esta polémica es otra variante de la anterior, esto es: o empirismo o especulación), pues el fisiólogo de Rhône afirma que no se pueden negar ni los tipos ni los individuos, pues es la relación entre ambos lo que conducirá a resultados correctos, es decir, que será "la différence qui le sépare de ce type" lo que nos acerque mejor al individuo.

En este sentido, el modelo del medio interno evitaba que los científicos cayeran en la tentación de reducir conceptualmente los seres vivos a meras máquinas físico-químicas extremadamente complejas.

Cuando un agente físico-químico interacciona con una célula, ésta "produce" un efecto fisiológico que le es propio (segregar una hormona, contraerse, emitir una descarga eléctrica, dilatarse...), sin que el análisis científico de los fenómenos vitales pueda extenderse más allá.

Es más, es precisamente la presencia previa (Claude Bernard utilizará la expresión "a priori") de hipótesis en la mente del investigador lo que le permite observar y registrar hechos.

En primer lugar, se produce ante los ojos del científico un hecho que constata de forma precisa.

Para ello, el científico deduce de dicha hipótesis otras que son sus consecuencias lógicas, y pasa a diseñar experimentos o a buscar observaciones que las confirmen.

De ahí su carácter necesariamente provisional y las difíciles elecciones que a menudo el científico debe hacer entre los hechos y las teorías cuando hay discordancia entre ambos.

Incluso cuando los hechos parezcan confirmar la hipótesis, ésta deberá ser sometida a la contraprueba.

Con ello quiere poner de manifiesto que éstas no deben ser entendidas como un mero destilado de los hechos que nuestra mente se limita a recoger y a plasmar.

No siente que está perpetrando una horrible carnicería; bajo la influencia de una idea científica él examina con placer el repugnante filamento nervioso y la carne lívida que a cualquier otra persona provocarían disgusto y horror…”.

Una lección de Claude Bernard (León Lhermitte, 1889).