[5][6] El capítulo describe la compañía alemana que había llegado recientemente a Plaza de Armas para instalar la luz eléctrica.
La herencia más preciada que Nona poseía era la máquina de escribir heredada de su abuela, particularmente una Remington, donde la letra H aparece borrosa y las letras A y C ya no existen.
Para finalizar este capítulo, Nona entra en un estado de reflexión, analizando distintos pensamientos que recorren su cabeza, definiéndose como solo arbitrariedades ingenuas, limitándose a solo observar y registrar.
Menciona el posible mensaje que pudo haberle dejado su abuela de su historia ficticia.
Patricia Espinosa, columnista y crítica literaria del periódico Las Últimas Noticias se refiere a la funcionalidad y diversidad narrativa de la obra abordando un episodio complejo de la historia del país[7]