La conservación ha sido posible en parte gracias al clima árido del desierto de Nazca en el que se encuentra enclavado el cementerio.
Sin embargo, desde 1997, la zona está protegida y se ha convertido en un sitio arqueológico oficial.
En el antiguo Perú existía la creencia en la otra vida después de la muerte, o en todo caso la reencarnación del cuerpo físico, pese a ello los cadáveres no eran momificados por ningún procedimiento artificial.
En su lugar, los restos mejor conservados responden a características del suelo donde se encuentran.
Pese a ello aún se consideran ciertas prácticas mortuorias, como la exposición del fardo funerario ya preparado por largos periodos de tiempo, pero sin más tratamiento que unas pintas de cinabrio en algunas partes del cuerpo.