Gran parte del dinero se obtuvo por medio de recursos aportados por la comunidad.
Una vez terminadas las confrontaciones las obras siguieron interrumpidas durante algún tiempo, debido al alto nivel de pobreza dejado por la guerra, tanto así que durante la primera década del siglo XX no se realizaron avances significativos en la edificación.
En 1922, año en el cual se inauguraron las dos torres de la iglesia, quedaría terminada la estructura tosca del edificio.
Luego de 1920 esta parte de la ciudad comenzó a urbanizarse, siendo ocupada por grupos familiares que compraron los terrenos aledaños a la iglesia para instalar allí sus viviendas, principalmente comerciantes quienes en ese momento se constituían como la elite económica local.
La década del setenta trajo de nuevo un nombramiento que jerarquizó aún más a la Sagrada Familia.
Si bien el inmueble fue propuesto jamás se conoció una respuesta favorable a tal petición.
En la última década del siglo XX se inauguró la última intervención hecha a la iglesia, la cual consistió en arreglar la fachada y la construcción del atrio que hacía 30 años había sido derrumbado para dar paso a la calle 36.
Sus techos hechos con artesanado en estuco y metal, vitrales laterales realizado por diversos artistas.