Una peculiaridad del pueblo es que cuenta dentro del mismo ejido urbano con una cascada sobre el arroyo Capioví conocido como salto Capioví, el cual forma una pileta natural de hasta 4 metros de profundidad en su caída.
La historia del pueblo comienza cuando la compañía de Carlos Culmey adquiere en 1919 terrenos en la zona.
Un año después llegó desde Brasil Enrique Graef con su familia y se convertirían en los primeros colonos de Capioví.
El primer colono agricultor en llegar fue Juan Roten con su esposa Petronila Lehnen e hijos.
La iniciativa la tuvo un grupo de catequesis, dirigidas por Ürsula Kleiner y Marta Werle quienes fueron organizando a lo largo de los años una producción cada vez más bella, que incluye esculturas y árboles navideños de muy grandes dimensiones, a la que se ha sumado gran parte de la población que voluntariamente guarda y recolecta los materiales que se reutilizan, principalmente botellas plásticas; también se han sumado a estas tareas, que implican tomar conciencia ambiental,[7] municipios aledaños, como Puerto Rico y Ruiz de Montoya.