Aunque era una calle donde tradicionalmente se localizaban los negocios de cesterías que le daban su nombre, no recibió esta denominación hasta el año 1981, cando dichos negocios comenzaron a desaparecer.
En su máximo esplendor, llegaron a coexistir hasta ocho talleres con más de doscientos trabajadores.
Con la llegada del plástico como principal material pesquero, así como la tecnificación y modernización de los aparejos, el oficio de los cesteros fue menguando hasta prácticamente desaparecer.
[5] Se trata del artesano de origen portugués, Antonio Suárez Davila, cuya familia emigró desde una aldea lusa en 1905.
Desde entonces, los objetos de cestería están dirigidos a la venta ornamental y al turismo.