Bricio de Tours, convertido en San Bricio (del latín Sanctus Brictius), fue un santo cristiano que creció en el monasterio de San Martín.
Según la leyenda Bricio era un huérfano rescatado por Martín y educado en el monasterio de Marmoutiers.
Él preparó un ritual en que llevaba brasas en su abrigo a la tumba de Martín, mostrando que su abrigo no se quemaba, como prueba de su inocencia.
No volvió de Roma hasta que sus pecados le fueron perdonados por el Papa.
Había cambiado completamente y después de su regreso sirvió con tal humildad que fue venerado como un santo tras su muerte.