Su talante suave sugirió el nombre Benen, que fue latinizado como Benigno.
[2] Siguió a su maestro en sus viajes y le asistió en sus trabajos misioneros, ayudando en la formación de servicios corales.
[3] Asistió al sínodo que aprobó el canon reconociendo "la Sede del Apóstol Pedro" como el tribunal final de apelaciones en casos difíciles.
El druida fue reducido a cenizas, mientras que Benigno resultó indemne.
A partir de ese momento, se permitió la enseñanza del cristianismo.