La victoria cristiana marcó el final de los musulmanes en la península itálica.
El papa Juan X inició entonces los contactos con los nobles cristianos para formar una Liga que lograra expulsar a los sarracenos.
Los cristianos lograron otras significativas victorias en Campo Baccano, la Via Cassia, en Tivoli y en Vicovaro.
Tras estas derrotas los musulmanes se retiraron a su principal baluarte en Garigliano, comenzando el asedio cristiano en junio de 915.
Después de resistir varios ataques dirigidos por Alberico y Landolfo, la falta de alimento de los sitiados sarracenos les obligó a intentar huir para llegar a la costa y huir a Sicilia, aunque según las crónicas fueron capturados y pasados por las armas.