Empezó a cultivarse en las ciencias sagradas y las lenguas sabias.
Más adelante se asentó en Roma, a instancia del entonces auditor de la Rota, el cardenal mallorquín Antonio Despuig, donde era frecuentemente consultado para descifrar inscripciones por sus amplios conocimientos en antigüedades.
Carlos IV autorizó a los jesuitas españoles a volver a España en 1797, y Pou regresó a Mallorca, viviendo en Palma, disfrutando desde 1799 de una doble pensión anual concedida por el Rey; posteriormente, ante la postura del Gobierno contra los restos de la Compañía, se retiró a Algaida, su pueblo natal, donde murió el 17 de abril de 1802.
Bartolomé Pou publicó diversas obras, algunas llevan su nombre, otras son con seudónimo o declaradas anónimas.
Destacan: Se conserva también su numerosa correspondencia con fieles amigos o eruditos, escrita en diversos idiomas.