Después de un largo periodo, cuando su reputación estaba en decadencia, fue redescubierto por Anna Ajmátova y Iósif Brodski como un poeta supremo del pensamiento.
Después de tres años en el campo y un profundo desorden emocional, entró a la armada como soldado raso.
Su primer poema extenso, Eda, escrito durante este periodo, le mereció reputación.
Los pasajes descriptivos están entre los mejores, el severo clima finlandés era particularmente adorado por Baratynski.
Sus piezas cortas de los años veinte son distinguidas por el frío, brillantez y sonoridad del verso.
En su trabajo tardío (que incluye todos sus poemas cortos escritos después de 1829) Baratynski es un poeta del pensamiento.
Entre otras cosas, Baratýnski fue uno de los primeros poetas rusos que, en verso, elaboraba oraciones complicadas, ampliadas por cláusulas y paréntesis.
Ejemplo tal, es la aplastante fastuosidad de su larga oda al desaliento, Otoño (1837), espléndidamente retórica en la forma del más grande clasicismo, aunque con un pronunciado acento personal.
Luego de la disolución de la URSS y hasta el presente, ha vuelto a ser utilizada activamente por escrito Boratynski, por ejemplo en las obras completas del autor, editadas por A. Peskov y en la Gran Enciclopedia Rusa.