Su práctica tiene como objetivo obtener una visión por parte de los espíritus superiores a través del ayuno y el aislamiento, para así conseguir guía en un determinado asunto.
[2] Se le considera como un rito de paso, siendo una exigencia para hombres y mujeres adolescentes; como preparación a la guerra; como práctica shamánica; y como consulta espiritual en momentos de importancia en la vida personal o comunitaria.
[3] Uno de los informantes oglagla del etnógrafo James Riley Walker, explicaba: Se realiza como una forma de ascetismo en donde por un periodo determinado de tiempo, que dura al menos un par de días, el suplicante se aislaba de su pueblo y se retiraba a un lugar solitario con la menor cantidad de pertenencias posibles y no hacía otra cosa que suplicar a los espíritus le concedieran una visión que le otorgara lo que pedía o se le revelara lo que pretendía conocer, absteniéndose, incluso, de comer o beber.
El primero en aprender fue un anciano llamado Wazi, a quien se le enseñó a llevar a cabo el hanblecheyapi de esta manera: Además de la visión, el suplicante puede obtener otras gratificaciones sobrenaturales como la obtención de espíritus protectores y conocimiento shamánico.
Los espíritus pueden, además, instruir una práctica permanente o imponer un tabú al visionario.