Pero la elaboración del proyecto no fue libre, sino que tuvo que ajustarse a las premisas e instrucciones del arquitecto jefe de la Alemania nazi, Albert Speer.
Tras la caída del régimen nazi, y durante la etapa de posguerra, el Ejército Rojo, formado por tropas soviéticas, lo utilizaron como prisión.
Las fuerzas soviéticas se lo cedieron a las autoridades de la República Democrática Alemana en 1949.
Los interiores conservan ese misticismo de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, el estilo también encaja en el contraste minimalista moderno.
Al año siguiente, todo estaba preparado y correctamente aclimatado para la inauguración de la primera exposición.
Algunas de ellas, fueron realizadas en los años 90, comenzando así un recorrido artístico hasta la actualidad.
A los visitantes se les brinda la oportunidad de conocer el arte relacionado con la arquitectura del edificio, que solamente por la sorprendente historia que esconde, ya merece la pena visitar.
Muchas de las personas que van a verla salen contrariadas por la experiencia, pero sin duda, visitar el Sammlung Boros y poder ver el edificio tanto exteriormente, como las exposiciones de su interior, es una excelente apuesta.