Durante el siglo XIX, el candidato alternativo más popular fue sir Francis Bacon, aunque la mayoría de los críticos del momento se mostraron refractarios a cualquier disyuntiva.
Otros autores han sido propuestos, pero sin conseguir un número significativo de adeptos.
Actualmente, el canon en el mundo académico es que la autoría de las obras de Shakespeare está bien establecida, no dando relevancia a las dudas que se suscitan sobre esta autoría, considerándolas meras especulaciones.
Obras como Enrique VIII, que ha sido atribuida al dramaturgo inglés, fueron redactadas en compañía de otros autores como el ya mencionado Fletcher.
La mayor preocupación era la que concernía a la división de bienes por oportunas publicaciones.
Poeta lírico y dramaturgo, a Edward no le interesaba el dinero ni el reconocimiento ajeno, por lo que terminó sumido en la pobreza al ceder sus derechos a la compañía Chamberlain, oportunidad de la que Shakespeare pudo haber sacado algún provecho.
El afamado John Lyly y el poeta Anthony Munday, bien pudieron haber contribuido con buena parte de la tarea del gran dramaturgo.
Al club de los “antistratfordianos” se sumó el ilustrado francés Voltaire, como lo demuestra su dura manifestación: "Los ingleses lo compararan con Sófocles.
Existen razones para sospechar que el Shakspur de Stratford no tenía relación alguna con William Shakespeare.
Se considera que el año 1623 fue elegido intencionalmente por Bacon para la publicación del First Folio, por los estrechos vínculos de los números que lo componen con los nombres combinados de William Shakespeare y Francis Bacon.
Uno de los aspectos negativos que más se ha sacado a relucir es el de las dificultades que tuvo el dramaturgo en acceder a una digna educación, con lo cual se haría difícil atribuirle tantas referencias intelectuales como encontramos en sus obras.