Durante su infancia, se dedicó al cuidado del ganado hasta que sus padres, José Isabel Cruz y Máxima Alvarado, lo llevaron a Teocaltiche para que aprendiera a leer y escribir.
Desde que comenzó la Guerra Cristera, Atilano se vio obligado a mantenerse oculto.
[3]En su vida de sacerdote fue destinado a ser vicario, trabajando junto al párroco Justino Orona Madrigal.
En la madrugada del 1 de julio de 1928, mientras Altino estaba dormido, las fuerzas federales y el presidente municipal de Cuquío, irrumpieron violentamente en el rancho, acribillaron al padre Justino Orona Madrigal, a su hermano José María Orona Madrigal y posteriormente balearon a Atilano en su dormitorio.
Los tres cuerpos fueron transportados a Cuquío y arrojados en la plaza principal.