[1] La obra se enmarca en la segunda etapa del pintor, en la que abandona el naturalismo y el contraste claroscuro de la primera.
En este nuevo estilo, la luz y el color se convierten en protagonistas junto con el trazo pastoso que otorga un grado de expresividad a la composición.
En el lienzo se representa a la Magdalena en el centro de la composición, vestida con ropajes rotos y un manto rojo.
Lleva sus manos al pecho en señal de penitencia y dirige su mirada hacia el cielo.
Está flanqueada por un grupo de ángeles que proceden a ascenderla.