De hecho los dueños-lectores (pues estos eran los que sustentaban la publicación) despidieron a varios redactores debido a desacuerdos en las respectivas líneas editoriales.
Las revueltas de Haymarket Square propiciaron una excusa perfecta para destruir el Arbeiter-Zeitung.
Las oficinas del periódico fueron asaltadas y los discursos y escritos del periódico fueron utilizados como pruebas principales para condenar al ahorcamiento a los autores anarquistas.
El editor del periódico August Spies y un tipógrafo del mismo, Adolph Fischer, fueron juzgados y ejecutados en un ambiente de histeria sostenido por la prensa amarilla.
El que fuera gerente del periódico Oscar Neebe y el asistente del jefe editorial Michael Schwab fueron sentenciados a muerte, aunque más tarde fueron indultados.