Fue ternado para Obispo, dirigió el Convento de San Pedro de Alcántara, en Catamarca y realizó una importante obra apostólica y pública.
Son conocidos los diferentes milagros que se le atribuyen y significaron que años después de su muerte se iniciara un proceso de beatificación ante la Santa Sede.
Su vida sacerdotal estuvo acompañada de sus obras públicas.
Durante su segunda guardianía del Convento en Catamarca, el 13 de octubre de 1912 se bendijeron y colocaron las piedras fundamentales del nuevo Convento y del Colegio P. Ramón de la Quintana, iniciándose las obras.
Sus exequias, extraordinarias y únicas, fueron el testimonio inequívoco de la trascendencia del Padre Lobo para la comunidad catamarqueña.