Por su parte, la madre de Antíoco, Laódice VII Tea, fue una princesa greco-siria del Imperio seléucida.
El padre de Laódice fue el rey greco-sirio Antíoco VIII Gripo, mientras que su madre fue la princesa griega ptolemaica y posterior reina siria Trifena (véase Cleopatra VI).
Sin embargo, se sabe que tuvieron tres descendientes: un hijo, Mitrídates II de Comagene, que sucedió a Antíoco cuando murió en el año 38 a. C.; otro hijo, Antíoco II de Comagene, quien murió asesinado según las órdenes del emperador Augusto en el año 29 a. C.; y una hija (cuyo nombre se desconoce), que se casó con el rey Orodes II de Partia.
El nombre de Antíoco se menciona por primera vez en el año 69 a. C., cuando el general Lucio Licinio Lúculo llevó a cabo la campaña contra el rey armenio Tigranes II el Grande.
Además, durante la guerra civil entre Julio César y Pompeyo, Antíoco ayudó a este último proporcionándole soldados.
En el año 38 a. C., un legado del triunviro Marco Antonio, Publio Ventidio Baso, tras vencer a los partos, quiso declarar la guerra contra Antíoco y su reino.
Cuando Antíoco era rey, creó un auténtico culto real a sí mismo y se preparó para que lo adorasen tras su muerte.
Durante las celebraciones, toda actitud reticente estaba prohibida; los sacerdotes decretaban que la gente debía divertirse, comer y beber vino.
Las estatuas del monte Nemrut permanecieron olvidadas durante siglos, hasta que, en 1883, fueron encontradas por arqueólogos alemanes; sin embargo, la tumba de Antíoco I todavía no ha sido descubierta.
En Arsameia, Antíoco dejó numerosas inscripciones en griego en las que se explica su programa de obras públicas y cómo embelleció la ciudad.