Aunque el interés por las historias de internados femeninos se redujo a partir de la II Guerra Mundial, sus libros continuaron siendo populares hasta los años 60.
Realizó una gran contribución al cambio del estilo y la naturaleza de la ficción para chicas.
Presentaba un punto de vista de chicas jóvenes, activas y conscientes de la época que las rodea; consideraba la adolescencia como período de transición y aceptaba que las chicas tuviesen intereses y preocupaciones comunes que se podían compartir.
Sus historias, innovadoras en la época en la que aparecieron, han dejado su impronta en autores de décadas más recientes.
Muchos de sus motivos y argumentos comunes se han vuelto estereotipos y hoy día están sujetos a parodias.