Sus siguientes volúmenes introdujo nuevos elementos en el repertorio del poeta, una proclividad a los símbolos y alegorías, revelándolo como un simbolista maduro a gusto en una amplia variedad de rimas y metros.
A principios de los ochenta, publicó su colección más sublime Lum Lumi ("Lum Lumi", Pristina, 1982), que marca un punto de inflexión no solo en su propia obra sino en pa poesía kosovar en general.
Este tributo inmortal del joven poeta a su hijo Lumi, que murió de cáncer, introdujo una preocupación existencialista por el dilema del ser, por elementos de soledad, miedo, muerte y destino.
Su verso es compacto en la estructura, su imaginería es directa, escueto y desprovisto de cualquier verbosidad artificial.
Los estudiosos elogiaban su convincente capacidad para adornar este paisaje rocoso elíptico, que recuerda al verso popular albanés, con metáforas inusuales, estructuras sintácticas inesperadas y rimas sutiles.