Este obispado fue muy efímero, pero su nieto, Ramón III de Ribagorza, volvió a promoverlo con poco éxito en la organización eclesiástica del territorio.
[5] El 892, el sínodo de la Seo de Urgel puso fin a la crisis eclesiástica en los condados catalanes destituyendo a Esclua.
El obispo Adulfo continuó sin embargo en el cargo hasta su muerte, momento en que el nuevo Pallars se reintegró en la diócesis de Urgel.
Esclua fue condenado y excomulgado e ignominiosamente depuesto de las insignias episcopales: desnudado ante todo el mundo y desgarradas sus ropas de obispo, sus báculos fueron rotos sobre su cabeza y arrancadas las sortijas de sus dedos.
Fue expulsado de todos los órdenes clericales y depuesto.