Abrasión superficial del barniz debido a impactos, animales, grava o muebles.
Cuando la madera está preparada y pulida, se aplica una mano de imprimación, fondo o tapaporos.
Tras esperar un número de horas que oscila entre 1 y 4 horas, dependiendo de las condiciones y el material, se procede a pulir o "matar el poro", con lo que se eliminan las asperezas existentes.
El acabado tiene que ser uniforme, respetando el color natural de la madera (lo más común), y ofrecer resistencia estándar de diez años al paso regular, leves impactos, agua, grasa y químicos comunes.
Debido a su naturaleza química y tipos de tratamientos, estos son los más extendidos.
No desprenden olores fuertes en su uso, su nivel de toxicidad es muy bajo comparado con generaciones anteriores, como ureas y poliuretanos al disolvente.
Se trabaja aplicándolo en la última mano, dando dos manos de fondo de urea formol, para evitar oscurecer demasiado la madera, ya que el poliuretano da un toque tostado u oscuro a las maderas.
Se cuestiona su legalidad en el uso doméstico debido a su alta toxicidad, se indica como cancerígeno por sus niveles de compuestos orgánicos volátiles Desprende un olor fuerte durante la instalación y pasados unos días.
Es común que aparezcan manchas blancas, o "veladuras", debido a una incorrecta aplicación.
Su aplicación se basa en la saturación del poro de la madera, penetrando en la capa superficial.
Esto se suele conseguir aplicando directamente sobre la madera, dejándose secar algún tiempo, dependiendo del material.
Para conseguir una protección adecuada, se recomienda su uso en pavimentos cada dos años, y esto hace inviable su uso en ciertos entornos que no pueden desplazar los objetos de la sala o estancia con facilidad.
Actualmente, se ofrecen barnices al agua diluidos como mantenedores, para reforzar el material y su aspecto.