Se decepcionan más al saber que, ese mismo día, debía arbitrar un partido de fútbol entre los chavales del barrio.
Deciden entonces ir en su busca a través de un largo peregrinaje por toda la ciudad, inspeccionando los diferentes sitios donde tenía costumbre de ir, sin lograr encontrarlo.
Desanimados, se dejan arrastrar por la situación y abandonan sus estudios, deambulando sin rumbo por las calles, refugiándose en las salas de cine.
Una tarde, en la penumbra, les parece reconocer a su padre en la pantalla.
Los dos hermanos se las ingenian para robar las bobinas de la película.