El Emperador de México fue el jefe de Estado y jefe de gobierno de México en dos ocasiones no consecutivas durante el siglo XIX .
Con la Declaración de Independencia de México de España en 1821, México se convirtió brevemente en una monarquía independiente: el Primer Imperio Mexicano . Durante unos años a mediados de la década de 1860, México volvió a ser una monarquía: el Segundo Imperio Mexicano . En ambos casos, el emperador reinante fue depuesto por la fuerza y luego ejecutado.
El Soberano Congreso Constituyente Mexicano decretó el 22 de junio de 1822 [1] lo siguiente:
- Arte 1°. La Monarquía Mexicana, además de moderada y Constitucional, es también hereditaria.
- Art. 2°. En consecuencia, la Nación llama a la sucesión de la Corona por muerte del actual Emperador, a su hijo primogénito don Agustín Jerónimo de Iturbide. La Constitución del Imperio decidirá el orden de sucesión del trono.
- Artículo 3°. El príncipe heredero se llamará «Príncipe Imperial» y tendrá el tratamiento de Alteza Imperial.
- Art. 4°. Los hijos e hijas legítimos de ÉL se llamarán "Príncipes Mexicanos", y tendrán el tratamiento de Altezas.
- Arte 5°. Don José Joaquín de Iturbide y Arreguí, Padre de ÉL, es condecorado con el título de "Príncipe de la Unión" y el tratamiento de Alteza, durante su vida.
- Art 6°. Se concede también el título de "Princesa de Iturbide" y el tratamiento de Alteza, durante su vida, a doña María Nicolasa de Iturbide y Arámburo, hermana del Emperador.
La Junta Superior de Gobierno por el Partido Conservador decretó el 11 de julio de 1863 [2] lo siguiente:
- Arte 1°. La nación mexicana adopta por modo de gobierno una monarquía moderada, hereditaria, con un príncipe católico.
- Artículo 2°. El soberano tomará el título de Emperador de México.
- Arte 3°. La corona imperial de México se ofrece al SAI y R., Príncipe Maximiliano, archiduque de Austria, para sí y sus descendientes.
- Art. 4°. En el caso de que por circunstancias imposibles de prever, el Archiduque Maximiliano no tomara posesión del trono que se le ofrece, la nación mexicana se remite a la benevolencia de S.M. Napoleón III, emperador de los franceses, para que le instruya otro príncipe católico.