El Emperador de México ( en español : Emperador de México ) fue jefe de estado y gobernante de México en dos ocasiones no consecutivas en el siglo XIX.
Con la Declaración de Independencia de México de España en 1821, México se convirtió en una monarquía independiente: el Primer Imperio Mexicano (1822-1823). México volvió brevemente a ser una monarquía en la década de 1860, durante el Segundo Imperio Mexicano (1864-1867). En ambos casos del Imperio, el Emperador reinante fue depuesto por la fuerza y luego ejecutado.
El Soberano Congreso Constituyente Mexicano decretó el 22 de junio de 1822 [1] lo siguiente:
- Arte 1°. La Monarquía mexicana, además de moderada y constitucional, también es hereditaria.
- Arte 2°. En consecuencia, la Nación convoca la sucesión de la Corona por la muerte del actual Emperador, su hijo primogénito Don Agustín Jerónimo de Iturbide. La Constitución del Imperio decidirá el orden de sucesión del trono.
- Arte 3°. El príncipe heredero se llamará “Príncipe Imperial” y tendrá el tratamiento de Alteza Imperial.
- Arte 4°. Los hijos e hijas legítimos de ÉL se llamarán "Príncipes Mexicanos", y tendrán el tratamiento de Alteza.
- Arte 5°. Don José Joaquín de Iturbide y Arreguí, Padre de ÉL, es condecorado con el título de "Príncipe de la Unión" y el tratamiento de Alteza, durante su vida.
- Arte 6°. También se concede el título de "Princesa de Iturbide" y el tratamiento de Alteza, durante su vida, a Doña María Nicolasa de Iturbide y Arámburo, hermana del Emperador.
La Junta Superior de Gobierno por el Partido Conservador decretó el 11 de julio de 1863 [2] lo siguiente:
- Arte 1°. La nación mexicana adopta a modo de gobierno una monarquía moderada y hereditaria, con un príncipe católico.
- Arte 2°. El soberano tomará el título de Emperador de México.
- Arte 3°. Se ofrece la corona imperial de México a SAI y R., Príncipe Maximiliano, archiduque de Austria, para él y sus descendientes.
- Arte 4°. En el caso de que, por circunstancias imposibles de prever, el archiduque Maximiliano no tomara posesión del trono que se le ofrece, la nación mexicana remite a la benevolencia de SM Napoleón III, emperador de los franceses, de ser instruido por otro príncipe católico.