Cristoforo Madruzzo ( [kriˈstɔːforo maˈdruttso] ) (5 de julio de 1512 - 5 de julio de 1578) [1] fue un cardenal y estadista católico romano italiano . Su hermano Eriprando fue un capitán mercenario que luchó en las guerras italianas .
Madruzzo nació el 5 de julio de 1512 en Calavino , en el seno de una familia noble de Trento . Estudió en Padua y Bolonia , [1] recibió en 1529 de su hermano mayor un canonizado en Trento y en la parroquia de Tirol cerca de Merano , en 1536 fue canónigo de Salzburgo , en 1537 de Brixen , y en 1539 se convirtió en príncipe-obispo de Trento . [2] Siendo sólo subdiácono en ese momento, fue promovido al diaconado , al sacerdocio y al episcopado en 1542. [1]
En diciembre de 1542 fue nombrado administrador del obispado de Brixen , [3] y poco después, durante el mismo año, fue elevado a la dignidad de cardenal por el papa Pablo III . Habiendo renunciado a su obispado en Trento en 1567 a favor de su sobrino Ludovico , pasó los últimos años de su vida en Italia y se convirtió en cardenal obispo sucesivamente de Sabina , Palestrina y Porto . [1] Unos años después de su muerte, sus restos fueron sepultados en la capilla familiar, en la iglesia de Sant'Onofrio, Roma .
Carlos V y su hermano, el rey Fernando I , más tarde emperador, lo estimaron mucho y lo emplearon en muchas misiones importantes y delicadas. Tomó parte activa en la Dieta imperial de Ratisbona como representante del emperador y defendió enérgicamente la enseñanza católica contra la herejía de Martín Lutero .
Madruzzo también fue gobernador de Milán durante 20 meses. [4]
Además de sus dos sedes, recibió en 1546, por favor de Carlos V, una asignación anual de 2.000 ducados de la Archidiócesis Católica Romana de Santiago de Compostela en España .
Murió en Tívoli , Italia , el 5 de julio de 1578, día de su 66 cumpleaños .
Como cardenal, obispo de Trento y gobernante temporal de ese principado, desempeñó un papel destacado en el Concilio de Trento . Entre otras cosas, insistió en que se debía emprender con seriedad la reforma de la Iglesia, un asunto muy deseado por Carlos V y con el que se esperaba ganar a los protestantes de vuelta a la Iglesia. Fue en gran parte gracias a sus esfuerzos que este tema se discutiera y que se aprobaran leyes de ese carácter en cada sesión junto con decisiones sobre cuestiones doctrinales. Durante el Concilio, se opuso al cardenal Pacheco y a otros que querían prohibir todas las traducciones vernáculas de la Biblia. También tenía la intención de promover una vida verdaderamente religiosa y cristiana tanto entre el pueblo como entre los eclesiásticos bajo su jurisdicción. Él mismo era culto y erudito, y patrocinaba las artes liberales y el saber.