Roswell Dwight Hitchcock (15 de agosto de 1817 - 16 de junio de 1887) fue un clérigo congregacionalista de los Estados Unidos .
Nació en East Machias, Maine . Se graduó en el Amherst College en 1836 y en el Andover Theological Seminary , Massachusetts , en 1838. Estudió en Alemania , en Halle y Berlín , en 1847. [1] Fue tutor en Amherst entre 1839 y 1842, y fue ministro de la Iglesia Congregacional en Exeter , Exeter, New Hampshire , entre 1845 y 1852. [2]
En 1852 se convirtió en profesor de religión natural y revelada en el Bowdoin College de Brunswick (Maine ) y en 1855 en profesor de historia de la iglesia en el Union Theological Seminary de Nueva York , del que fue presidente entre 1880 y 1887. Murió en Somerset (Massachusetts) . [2]
Le sobrevivió un hijo, el comandante Roswell D. Hitchcock, Jr. de la Marina de los EE. UU., que estaba casado con la autora y exploradora, Mary Evelyn Hitchcock . [3]
Entre sus obras se encuentran:
William Jewett Tucker le dio el siguiente testimonio: "De los hombres con quienes trabé relaciones profesionales y personales, ninguno despertó ni ejerció tanta influencia sobre mí como Roswell D. Hitchcock... El Dr. Hitchcock era un hombre de amplio y genuino conocimiento, pero aún más notable por su visión mental y espiritual. Veía la verdad religiosa en una perspectiva clara y en una proporción justa. Como historiador de la iglesia, conocía y honraba a la Iglesia histórica, pero vivía en la plena libertad del espíritu. Su independencia podía elevarse, si había ocasión, a la valentía. Era progresista de manera amplia y sin miedo. Personalmente era capaz de compartir las riquezas de su mente y corazón. Su amistad tenía la realidad y el encanto de la intimidad. Aunque era varios años mayor que yo, nunca permitió que los años intermedios o la sabiduría que estos representaban crearan la más mínima impresión de superioridad consciente. Para mí era un hombre sumamente adorable, no a pesar de sus grandes dotes intelectuales, sino gracias a ellas. Siempre que hablaba con él sentía que tenía acceso a todo el hombre. En los años siguientes, para mí fue de gran importancia que esta intimidad de amistad personal no dependiera en modo alguno de un contacto frecuente. Las cartas que me llegaron desde Andover hasta su muerte llevaban las marcas de la misma amistad, rara y vivificante. [4]