El Premio Nobel de Literatura de 1998 fue otorgado al autor portugués José Saramago (1922-2010) "quien con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía nos permite continuamente aprehender una realidad elusiva". [1] Es el único ganador del Premio Nobel de Literatura de Portugal . [2] [3]
José Saramago hace uso frecuente de la alegoría en sus escritos, y los elementos fantásticos se intercalan con una mirada detallada y crítica a la sociedad. Una característica del estilo de Saramago es la mezcla de diálogo y narración, en formas parabólicas , con puntuación escasa y oraciones largas que pueden extenderse por varias páginas. En una de sus novelas más exitosas, Ensaio sobre a Cegueira ("Ceguera", 1995), la población se ve afectada por una epidemia de ceguera que rápidamente conduce al colapso social. [4] Entre sus otras obras maestras literarias conocidas se incluyen Memorial do Convento ("Baltasar y Blimunda", 1982), O Ano da Morte de Ricardo Reis ("El año de la muerte de Ricardo Reis", 1984), História do Cerco de Lisboa ("La historia del asedio de Lisboa", 1989) y O Evangelho Segundo Jesus Cristo ("El Evangelio según Jesucristo", 1991). [2] [4] La última obra publicada de Saramago fue Caim ("Caín", 2009), que narra el hijo de Adán y Eva mientras presencia y relata pasajes de la Biblia que se suman a su creciente odio hacia Dios . [2]
La elección de Saramago como Premio Nobel fue bien recibida internacionalmente. Un comentarista del periódico sueco Dagens Nyheter la calificó de una elección segura: "una autoría que es apreciada por todos y que nadie pondrá en tela de juicio". Sin embargo, en el país natal de Saramago las reacciones fueron radicalmente encontradas: la prensa de izquierdas la elogió y la prensa burguesa la criticó duramente. [5]
Tras la decisión de la Academia Sueca de otorgarle a Saramago el Premio Nobel de Literatura , la Ciudad del Vaticano cuestionó la decisión por motivos políticos, aunque no hizo comentarios sobre los componentes estéticos o literarios de su obra. Saramago respondió: "El Vaticano se escandaliza fácilmente, especialmente por la gente de fuera. Deberían centrarse en sus oraciones y dejar a la gente en paz. Respeto a los que creen, pero no tengo respeto por la institución". [6] Recibió la noticia cuando estaba a punto de volar a Alemania para la Feria del Libro de Frankfurt, y lo tomó a él y a su editor por sorpresa. [7]