Las mujeres de Anfisa es un óleo sobre lienzo de Sir Lawrence Alma-Tadema , realizado en 1887. Se conserva en el Clark Art Institute , en Williamstown . Representa a un grupo de ménades despertándose en el mercado de Anfisa , después de una noche de libertinaje. [1]
Las ménades eran, en la Antigua Grecia , mujeres que participaban en el culto a Dioniso . Alcanzaban el éxtasis y el trance gritando y bailando. Utilizaban muchos atributos dionisíacos como el nebris o el tirso , y consumían drogas masticando hojas de hiedra.
Alma-Tadema recrea con exactitud en su lienzo los hechos relatados por Plutarco , en su libro Moralia : "En el momento en que los usurpadores de Fócida se apoderaron del santuario de Delfos y los tebanos les declararon la llamada guerra sagrada, las mujeres al servicio de Dioniso, que se llaman las ménades, en trance y vagando de noche, no se dieron cuenta de que estaban en el territorio de Anfisa . Agotadas y sin haber recuperado aún el sentido, cayeron al mercado y se quedaron dormidas esparcidas donde habían caído. Las mujeres de Anfisa, al ver que los focenses estaban en el campamento de los aliados y al ver la presencia de muchos soldados de los usurpadores, temiendo que las ménades fueran violadas, corrieron todas al mercado, rodearon a las mujeres dormidas en silencio sin interrogarlas, les prestaron todos los cuidados posibles y les llevaron comida. Finalmente persuadieron a sus maridos para que les permitieran llevarlas de regreso a la frontera, escoltándolas para su seguridad".
El cuadro muestra a las ménedes al despertar, tendidas en el suelo, con el pelo despeinado y descalzas. Algunas siguen durmiendo mientras otras se estiran despreocupadamente. El suelo está cubierto de sus ropas, pieles de animales y panderetas. Sus posturas lascivas subrayan la noche de desenfreno que acaban de pasar.
La actitud de las ménedes contrasta vivamente con la de las mujeres que han venido a hacer sus compras, que aparecen rígidas, congeladas y recuerdan, por su gravedad, a las estatuas de la antigua Grecia. En los rostros de las numerosas mujeres que descubren esta escena de desenfreno, el espectador puede leer una miríada de reacciones diferentes. Mientras algunas parecen sorprendidas por la presencia de estas mujeres, otras manifiestan su desdén, incluso su desprecio. Unas pocas manifiestan curiosidad, asombro e incluso envidia. [2]
En la plaza donde se desarrolla la escena, el mercado ya está instalado con los numerosos productos que ofrece: aceites, miel, huevos, carne, pescado, entre otros. Alma-Tadema ofrece al espectador el encuentro de dos grupos exclusivamente femeninos. En el cuadro sólo aparece un hombre: un comerciante situado en la sombra de su puesto, a la izquierda. [1]
Alma-Tadema recibió una medalla en la Exposición Universal de París , en 1889, por este cuadro, que revela su virtuosismo. [1]