" La metrópoli y la vida mental " ( en alemán : "Die Großstädte und das Geistesleben") es un ensayo de 1903 del sociólogo alemán Georg Simmel .
Una de las obras más leídas de Simmel, "La metrópolis y la vida mental", se presentó originalmente como parte de una serie de conferencias sobre todos los aspectos de la vida urbana a cargo de expertos en diversos campos, desde la ciencia y la religión hasta el arte. La serie se llevó a cabo junto con la exposición de las ciudades de Dresde de 1903.
Simmel comparó la psicología del individuo que vive en el campo con la del habitante de la ciudad. Su investigación determinó que la psicología humana se ve alterada por la metrópoli. El individuo debe enfrentarse a un cambio tal en el entorno metropolitano que su psicología erige defensas para protegerse de los estímulos de la metrópoli. Por lo tanto, la actitud y la psicología del habitante de la ciudad son fundamentalmente diferentes de las de un individuo que vive en el campo. La psicología del habitante de la ciudad, por lo tanto, muestra lo que Simmel describe como adaptaciones y ajustes que, en última instancia, reflejan las estructuras de la metrópoli. Simmel caracteriza la vida rural como una combinación de relaciones significativas, establecidas a lo largo del tiempo. Este tipo de relaciones no se pueden establecer en la metrópoli por diversas razones (por ejemplo, anonimato, número de vendedores, etc.) y, como resultado, el habitante de la ciudad solo puede establecer una relación con la moneda: el dinero y el intercambio se convierten en el medio en el que el habitante de la ciudad deposita su confianza. [1]
Los problemas más profundos de la vida moderna surgen del intento del individuo de mantener la independencia e individualidad de su existencia frente a los poderes soberanos de la sociedad, frente al peso de la herencia histórica y de la cultura y técnica externas de la vida. El antagonismo representa la forma más moderna del conflicto que el hombre primitivo debe sostener con la naturaleza para su propia existencia corporal. El siglo XVIII puede haber exigido la liberación de todos los vínculos que se desarrollaron históricamente en la política, la religión, la moral y la economía para permitir que la virtud natural original del hombre, que es igual en todos, se desarrolle sin inhibición; el siglo XIX puede haber buscado promover, además de la libertad del hombre, su individualidad (que está vinculada a la división del trabajo) y sus logros que lo hacen único e indispensable pero que al mismo tiempo lo hacen tanto más dependiente de la actividad complementaria de los demás; Nietzsche puede haber visto la lucha incansable del individuo como el requisito previo para su pleno desarrollo, mientras que el socialismo encontró lo mismo en la supresión de toda competencia, pero en cada uno de ellos estaba en juego el mismo motivo fundamental, a saber, la resistencia del individuo a ser nivelado, absorbido por el mecanismo socio-tecnológico.
— Georg Simmel "La metrópoli y la vida espiritual" 1903, [2]
Simmel busca explicar la naturaleza humana y su papel en la sociedad.
La naturaleza del hombre, originalmente buena y común a todos, debe desarrollarse sin trabas. Además de una mayor libertad, el siglo XIX exigió la especialización funcional del hombre y de su trabajo; esta especialización hace que un individuo sea incomparable con otro y que cada uno de ellos sea indispensable en la mayor medida posible.
— Georg Simmel "La metrópoli y la vida espiritual" 1903, [3]