Ixtlán del Río es un sitio arqueológico ubicado en el municipio de Ixtlán del Río , en la región suroeste del estado mexicano de Nayarit . También es conocido como “Los Toriles” y contiene los únicos vestigios de las culturas occidentales en Nayarit. [1]
La presencia de vestigios prehispánicos en forma de petroglifos se registra en cinco zonas, siendo los más importantes “El Terrero”, “Sayulapa” y “El Veladero”, los cuales representan líneas esgrafiadas y representaciones de figuras abstractas, como espirales con rayos. [1]
De las Tumbas de Tiro tradicionales se identifican cinco grandes áreas de concentración, que contienen restos óseos humanos; cerámica doméstica ( ollas , comales y cantaros); así como restos de tipo escultórico (figuras humanas y animales). [1]
En épocas remotas en las que los primeros colonizadores americanos cruzaron el estrecho de Behring, varios grupos sedentarios migraron hacia el sur. El territorio del actual estado de Nayarit cuenta con manifestaciones de aquellos pobladores, ubicados cronológica y consecutivamente en tres periodos culturales: Los Concheros, la tradición de las tumbas de tiro y la tradición de Aztatlán. [2]
Los concheros, es el nombre que se le da a los grupos dedicados a la explotación marina de las orillas del océano, y en el proceso se desarrollaron los primeros asentamientos, con conchas marinas. Según la arqueóloga Gabriela Zepeda, las ensenadas de Matanchén y San Blas, fue en las costas nayaritas donde se inició la historia en estas tierras. Desde aproximadamente el año 2000 a.C. hasta el 1500 d.C., persistió una asombrosa ocupación por parte de una cultura que percibía al mar como un dios misericordioso y tormentoso. Fue también el origen del modelado y la cocción de cerámica artística. [2]
En la tradición de las tumbas de tiro se identificaron cinco grandes áreas de concentración, que contienen huesos; cerámica de uso doméstico (ollas, comales y cántaros); y restos de tipo escultórico (figuras humanas y de animales). [3]
La tradición de las Tumbas de Tiro (500 a.C. - 500 d.C.) constituye un rasgo peculiar del desarrollo prehispánico mesoamericano en México, aunque existen formas de enterramiento análogas en otras partes del continente. Las Tumbas de Tiro descubiertas hasta ahora en el territorio de Nayarit, fueron halladas y excavadas fuera de los sitios de asentamiento de esa época, en pozos verticales, con una o dos cámaras donde se colocaban a sus muertos junto con esculturas humanas y de animales, también con grandes vasijas que contenían ofrendas funerarias, éstas reflejan el desarrollo alcanzado por esta tradición, con las características regionales particulares encontradas. [2]
La tradición de las tumbas de tiro del oeste de México o cultura de las tumbas de tiro se refiere a un conjunto de rasgos culturales entrelazados que se encuentran en los estados occidentales mexicanos de Jalisco , Nayarit y, en menor medida, Colima al sur, que datan aproximadamente del período entre 300 a. C. y 400 d. C. , aunque existen desacuerdos sobre esta fecha final. Casi todos los artefactos asociados con esta tradición de tumbas de tiro han sido descubiertos por saqueadores y no tienen procedencia , lo que hace que la datación sea problemática. [4] La primera tumba de tiro importante no perturbada asociada con la tradición no fue descubierta hasta 1993, en Huitzilapa, Jalisco. [5]
Se cree que la tradición de las tumbas de tiro se desarrolló alrededor del año 300 a. C. [6] Algunas tumbas de tiro son anteriores a la tradición en más de 1000 años; por ejemplo, la tumba de tiro de El Opeño en Michoacán se ha datado en el año 1500 a. C., pero está vinculada al centro de México, en lugar de al oeste. Como ocurre con muchas otras cosas relacionadas con la tradición, sus orígenes no se comprenden bien, aunque los valles alrededor de Tequila, Jalisco , que incluyen los sitios arqueológicos de Huitzilapa y Teuchitlán , constituyen su "núcleo indiscutible". [7] La tradición duró al menos hasta el año 300 d. C., aunque, como se señaló anteriormente, existe un desacuerdo sobre la fecha de finalización. [8]
Las ruinas arqueológicas de “Los Toriles” están relacionadas con la tradición de Aztatlán. Sus edificaciones contienen templos con escaleras y lugares de culto hechos con cantos rodados unidos con barro, lajas de piedra y en algunos casos, con motivos labrados en piedra, entre ellos espirales y una serpiente. [3]
La tradición de Aztatlán se ubica cronológicamente en un periodo que va del 700 a. C. hasta el 1520 d. C., se considera un evento cultural mesoamericano occidental que comparte rasgos culturales con los toltecas y recibió influencias culturales del altiplano central. [2]
Esta rica tradición se manifiesta en su variada y hermosa cerámica compleja y en la piedra pulida, obsidiana y jade, como: puntas de flecha; instrumentos humanos, dioses y animales. El trabajo del metal impactó la actividad agrícola y la explotación del medio ambiente, fabricó artefactos utilitarios, así como objetos ornamentales y suntuarios. [2]
La arquitectura alcanzó su máximo auge con la aparición de las canchas de juego de pelota, su construcción impulsó la organización de grandes plataformas bien diseñadas, patios y plazas con pirámides de cierta altura, andadores y caminos pavimentados, escalinatas, tallas de piedra para el culto, columnas como soporte de los techos, techos, postes, palma y pasto, utilización de muros y pisos de adobe. El entierro era común en grandes vasijas donde yacen los esqueletos en posición sentada o extendida, acompañados de ofrendas principalmente hechas de cerámica. [2]
La “Tradición Aztatlán” floreció en el sur del Estado con el desarrollo cultural de Ixtlán de Río, en un periodo de alrededor de 750 a.C. a 1110 d.C., reconocido como el periodo Ixtlán Medio. Su fase temprana corresponde al periodo que va de 300 a.C. a 600 d.C. [2]
De la “Tradición Aztatlán” destacan las Tumbas de Tiro, y se señala que el hallazgo de vestigios de pipas en Amapá implican que se cultivaba tabaco, también existen muestras que demuestran el uso de metales, para la fabricación de agujas y anzuelos, además se encontró evidencia de ladrillos para la construcción. [2]
En tiempos más recientes, dentro de la “tradición Aztatlán”, el hoy llamado poblado Sentispac, antes conocido como Tzenticpac o Centicpac, fue sede del señorío del mismo nombre, que se extendía hasta Omitlán, Itzcuintla, Cillan y Atecomatlán y era ocupado por grupos indígenas Totorames, quienes dominaban y recibían tributos de Coras y Zayahuecos asentados en la misma región costera. [2]
La palabra “ Ixtlán ” es de origen náhuatl , compuesta por los vocablos “itz-” que significa obsidiana, y “-tlan”, que significa lugar con abundancia, es decir, “Lugar donde abunda la obsidiana”. [1] [3]
Según la Enciclopedia de Municipios Mexicanos, Ixtlán, significa lugar dedicado a Ehécatl, Dios del Viento. [2]
Este importante sitio estuvo muy posiblemente ocupado desde el año 300 a.C. hasta el 600 d.C. Durante la primera etapa se desarrolló un complejo cultural conocido como la tradición de las Tumbas de Tiro en la que se colocaban ofrendas dentro de cámaras funerarias. Entre el 500 y el 600 d.C. se abandona la tradición de las Tumbas de Tiro y se registra su desarrollo dentro de una amplia región cultural conocida como Aztatlán, con un apogeo hacia el 750 y el 1100 d.C. [1]
Con la “Tradición Aztatlán” se desarrolla una nueva forma de vida y se inicia hacia los años 750 – 900 d.C. Este desarrollo cultural se identifica con el periodo Ixtlán medio (750 – 1110) que representa el apogeo de la ciudad, dedicado a Ehécatl (Dios del Viento); y el Ixtlán tardío (1110–1525 d.C.) identificado por la cerámica lisa roja de uso doméstico así como cajetes y molcajetes trípodes decorados con diseños blancos sobre rojo. [9]
La ciudad fue fundada en el siglo XII, por tribus nahuatlacas en ruta hacia el Valle de México, formando el Señorío de Ahuacatlán, conocido por su construcción de edificios y comercio de productos de obsidiana. [3]
Es entonces cuando el asentamiento urbano crece considerablemente con la construcción de grandes terrazas, palacios, templos y altares, adquiriendo cierta importancia regional como centro manufacturero y de intercambio comercial. Aunque en el sitio se han localizado más de 85 montículos y estructuras que aún permanecen inexploradas, por el momento sólo es posible visitar quince estructuras, entre ellas el edificio llamado Templo de Quetzalcóatl que presenta una forma circular con un parapeto que lo rodea y con peculiares perforaciones en forma de cruz. [1]
El templo cuenta con dos altares en su parte superior de estilo Altiplano Central de México. Otros edificios importantes son las estructuras llamadas “Palacio de los Relieves”, “Palacio de las Columnas”, el complejo “Palacio de las Cuatro Columnas” y el “Palacio Cuadrangular”. [1]
Ixtlán es la zona arqueológica más estudiada de Nayarit. Su zona de influencia se extendía hasta los actuales municipios de Ixtlán del Río, Ahuacatlán, Jala y Santa María del Oro. Sus principales pueblos fueron Cacalután, Tepuzhuacán, Mexpan, Zoatlán, Xala, Jomulco, Tequepexpan, Camotlán, Tetitlán, Acuitapilco y Zapotán. [1]
En Santiago Ixcuintla, el INAH ha registrado la existencia de petroglifos de la época "Los Concheros", en los sitios Las Parejas, Emérita, Yago, El Caballo y Acatán de las Piñas, con un total de 13 grabados, entre ellos la "Piedra Galana". . [2]
La presencia de vestigios prehispánicos en forma de Petroglifos se registra en cinco zonas, siendo los más importantes “El Terrero”, “Sayulapa” y “El Veladero”, los cuales representan líneas esgrafiadas y representaciones de figuras abstractas, como espirales con rayos. [3]
Esta etapa del desarrollo prehispánico distingue e identifica al occidente de México de otras expresiones culturales mesoamericanas, durante el periodo Formativo Tardío y Clásico Temprano. Los complejos de tumbas de tiro de Nayarit se identifican dentro del periodo Ixtlán Temprano (300 a.C. a 300 d.C.), y se han definido tres estilos distintivos de modelado en barro: Chimisco, Ixtlán y San Sebastián. [9]
La cerámica de esta tradición muestra abundancia de colores, predominando el rojo, naranja, amarillo, beige y la forma “negativa”. Los temas comunes son seres humanos como guerreros, músicos, mujeres, enfermos y parejas. [9]
El sitio de Ixtlán del Río es conocido como “Los Toriles”, fue una ciudad en constante crecimiento y sus habitantes le dieron gran importancia a sus edificaciones. Tenían conocimientos de urbanismo, aplicados a un arreglo organizado, con escaleras, accesos restringidos, espacios abiertos, altares, banquetas, drenajes, calzadas, barrios y palacios a lo largo de la extensa ciudad que floreció de 700 a 1200 d.C. [2]
Tuvo su apogeo como ciudad durante el periodo de la “Tradición Aztatlán”, en una extensión de ochenta hectáreas. En la fase tardía, que corresponde al periodo de 1110 a 1525 d.C., se presentaron artísticas expresiones de cerámica roja lisa de uso doméstico, vasijas y molcajetes trípodes con decoración blanca sobre rojo. En este mismo periodo se desarrolló la metalurgia utilizada para producir objetos ornamentales, rituales e instrumentos bifaciales de obsidiana. En las laderas se construyeron extensas terrazas, palacios, espacios de culto, viviendas de la población, áreas de cultivo y talleres de tallado de obsidiana. [2]
Es claro que aún se desconoce cuál fue su cultura original, sólo se sabe que fueron antecesores de los pueblos coras y huicholes o wixáritari, creían en la vida después de la muerte. [10] En consecuencia, no se sabe cuál era su nombre, se trataba de comunidades con poco más de 2,200 años de antigüedad, y se les conoce por pertenecer a la Tradición de las Tumbas de Tiro, construidas en pozos verticales, redondos o cuadrados, que representan el útero materno. [10]
La antropóloga Marina Anguiano concluye que a la llegada de los españoles a estas tierras existían grupos étnico-lingüísticos de la familia yuto-azteca o yuto-náhuatl, que tenían una estructura sociopolítica dividida en señoríos, gobernados por grupos, posiblemente de rango nobiliario, y una serie de señores locales. [2]
Este sitio arqueológico se considera relacionado con la tradición Aztatlán, de la que Corinca [11] fue el último gobernador. Sus construcciones contienen templos con escalinatas y altares hechos a base de piedras redondas unidas con barro, lajas y, en algunos casos, con piedras talladas con espirales y una serpiente. [1]
El sitio fue fundado, en el siglo XII, por tribus nahuatlacas en su camino hacia el Valle de México, y formó parte del reino de Ahuacatlán, conocido por sus construcciones y objetos de obsidiana que comerciaban. [1]
El sitio cuenta con una pirámide poco común para Mesoamérica; se trata de una construcción circular de 24 metros de diámetro por cuatro metros de altura. Cuenta con cinco escalinatas distribuidas armónicamente en todo su perímetro. Un muro que remata en la parte superior presenta pequeñas ventanas cruciformes. Probablemente éste fue un centro ceremonial dedicado a Quetzalcóatl , imagen central de la cultura tolteca . Las tumbas de tiro son las construcciones funerarias más representativas de la zona, aunque existen otras modalidades como las “tumbas de tiro” o fosas de tierra donde los muertos eran enterrados apenas cerca de la superficie. La cerámica está constituida por vasos esféricos con paredes verticales de cuello alto y triple soporte de campana. Los motivos ornamentales más frecuentes son flores y mariposas estilizadas, cabezas de venado y tigre. Hay muchas vasijas de cerámica decoradas con rombos y segmentos de color blanco sobre rojo. [1]
Por sus características especiales, la cerámica y esculturas de esta región se conocen como “estilo Ixtlán”. [1]
Las pequeñas esculturas de 30 a 40 centímetros de altura se distinguen por adornos consistentes en aretes y perforaciones en la nariz, donde colocaban uno o más aros. [1]
De la rica cerámica de Ixtlán destacan maquetas con excelentes acabados, de las que podemos intuir sus formas de vida, la organización social y la vida económica característica de estos pueblos. Hay maquetas que representan viviendas, grupos en alguna actividad y canchas de juego de pelota. Se trata siempre de construcciones con vida y movimiento. También, cabe mencionar, esculturas que representan soldados, identificables por un casco con púas; el pecho está protegido por una armadura y en sus manos un bastón a semejanza de un mazo. La parte inferior generalmente está desnuda. [1]
El sitio arqueológico de Ixtlán del Río cuenta con una plaza, con un altar con cuatro pequeñas escalinatas y a los lados edificios que parecen pequeños cuartos rectangulares. [1] [9]
Estos templos/habitaciones están construidos sobre plataformas con pilastras de adobe, además de veredas y escalinatas. [9]
Uno de estos templos cuenta con un camino pavimentado con lajas de piedra, que conduce al monumento redondo, descubierto en 1948 por el Prof. José Corona Núñez y describe elocuentemente su descubrimiento, afirmando: “el monumento redondo tiene 30 metros de diámetro por 4 metros de alto”; muros en talud coronados por un parapeto perforado con cruces, a modo de lucernarios, cuatro escaleras de acceso, limitadas por alfardas troqueladas, algunas de ellas aún conservan pasamanos en forma de cruz. [9]
Arriba, dentro del patio circular, limitando los parapetos se encuentran basamentos piramidales, uno al norte y otro al sur, con escaleras orientadas hacia el centro. El norte tiene un tablero vertical liso y el sur una cornisa biselada. De acuerdo con los restos encontrados, estos basamentos mantenían pequeños altares con portales de columnas, techos y almenas de piedra alterada: una en forma de puntas de flecha, otras compuestas por un disco con dos círculos grabados, este monumento es llamado "Templo de Quetzalcóatl" y se cree que pertenece al horizonte tolteca por los rasgos culturales toltecas observados en su arquitectura. [9]
En épocas anteriores, entre los años 300 a. C. y 600 d. C., floreció un complejo cultural conocido como la tradición de las tumbas de tiro, caracterizada por la arquitectura subterránea y las ofrendas depositadas en el interior de las cámaras funerarias. Sus orígenes son antiguos y se han encontrado en los estados vecinos de Colima, Zacatecas, Jalisco y Michoacán. [9]
Hacia el 500 a 600 d.C. desaparece la tradición de las tumbas de tiro y se inicia una nueva forma de percibir la vida entre el 750 y el 900 d.C. Este desarrollo cultural se identifica como la tradición Aztatlán y se conoce en el periodo Ixtlán medio (750 a 1110) que representa el apogeo de esta ciudad dedicada al dios del viento; e Ixtlán tardío (1110 a 1525) identificado por los utensilios domésticos de cerámica lisa roja y cajetes y molcajetes trípodes con decoración blanca sobre fondo rojo. [9]
Uno de los templos tiene un camino pavimentado con losas de piedra, que conduce al edificio circular de la sección A. [1]
Corresponde a las exploraciones iniciales del sitio, integrado por cuatro estructuras; dos de las cuales se encuentran restauradas con forma rectangular con columnas al frente, que limitan espacios entre las habitaciones, estas dos estructuras forman parte de la plaza con basamento piramidal con altar central y otras estructuras inexploradas (montículos al norte y oriente de la plaza). Lo más destacado de este complejo es la pirámide circular, descubierta en 1948 por el Prof. José Corona Núñez , es la estructura más importante del sitio arqueológico que, por su diseño y acabado, constituye una de las obras más bellas de la arquitectura prehispánica en el occidente de México. “El monumento es de base redonda de 24 metros de diámetro y 4 metros de altura, originalmente era un cilindro con muros verticales (tambor compacto) coronado con un parapeto perforado con pequeñas ventanas cruciformes que dan a la construcción el aspecto de un gran brasero, con cinco escaleras distribuidas armónicamente en su contorno”; en la parte superior hay dos altares rectangulares, y se le conoce como templo de Quetzalcoatl o Ehécatl, [12] por sus características y elementos arquitectónicos. [1]
Está compuesta por dos plazas delimitadas por estructuras que corresponden a los cimientos de los edificios y pequeños altares de forma piramidal. Ambas plazas cuentan con nueve monumentos cada una, de forma rectangular, explorados y restaurados; en el centro se encuentra un pequeño cimiento, similar al altar ceremonial; sus dimensiones y altura varían y están en relación con la topografía del sitio y las necesidades de la plaza. Las escalinatas de los edificios dan a la plaza, la cual cuenta con tres espacios cerrados con uno al frente abierto y pilares que sostienen el techo. También se encuentran restos de pisos de tierra, evidencia de ocupación prehispánica; sistemas constructivos a base de muros de contención con muros de piedra labrada en relieve, con símbolos religiosos y motivos animales. [1]
Es la entrada a la zona arqueológica, la parte sur cuenta con tres estructuras exploradas y recuperadas que forman parte de un complejo mayor de plaza y edificios con un altar central. De las construcciones exploradas sobresale una, de dos cuerpos rectangulares y un solo nivel cuyas escalinatas miran hacia la plaza, así como grandes columnas que servían para sostener el techo de dos grandes salas; la del oriente cuenta con una habitación y escalinata integradas al muro posterior de la estructura. [1]
Es una estructura de forma piramidal de dos cuerpos con escalinatas en los cuatro costados y una alfarda rematada en un elemento en forma de dado en la parte superior. Base piramidal de dos cuerpos. Se ubica en el centro de la Plaza C; su escalinata mira hacia el oeste y está limitada por dos montículos inexplorados, que forman parte de la plaza. La estructura, al igual que otros monumentos, cuenta con muros de contención de piedra que fueron revestidos con estuco. [1]
Durante la época prehispánica, las culturas occidentales enterraban a sus muertos en tumbas de tiro, estas son pozos verticales de 1.5 a 16 metros de profundidad, en donde se colocaban diversas esculturas como ofrenda para los difuntos; estas eran de varios tipos de figuras de cerámica policromada; formas animales, antropomorfas y maquetas de tamaño pequeño y mediano, que medían desde cinco hasta 80 centímetros. [13]
Las figuras cerámicas datan del periodo Preclásico tardío (400 a.C. a 200 d.C.) y del periodo Clásico (200 a 650 d.C.), estas fueron descubiertas por arqueólogos desde 1945 hasta años recientes en zonas comprendidas en los estados de Nayarit, Colima y Jalisco, donde se practicaba esta actividad funeraria. [13]
En el caso de la Zona Arqueológica de Ixtlán del Río, las figuras representan procesiones funerarias, poblados, personas acostadas o en camas, los rituales del volador y del juego de pelota, fueron modeladas en barro rojizo y decoración pintada con colores negro, rojo, naranja, amarillo y beige. [13]
Según la historiadora de arte Lizeth Barreto Saucedo, estas esculturas fueron modeladas con arcilla rojiza, secadas y cocidas al fuego. [13]
Los modelos a escala de las procesiones funerarias son cuadrados o redondos, las figuras talladas representan a muchas personas; músicos, moviéndose hacia una casa, mientras llevan a la persona muerta para el entierro; llevan platos de comida y practican el ritual de perforación de la mejilla. [13]
Las piezas que representan el ritual del volador, representan a un individuo vestido de pájaro, encima de un poste en pose de simulación de vuelo, puede estar apoyado boca abajo en el poste o de pie mirando hacia arriba, se ven casas debajo y muchas personas observando el ritual, algunos bailan o juegan. [13]
De igual forma, existen esculturas de juegos de pelota, similares a la estructura mesoamericana en forma de I, la diferencia aquí es que hay casas en los extremos de la representación, y algunos espectadores. [13]
Las figuras de bailarines y músicos no sólo aparecen en las maquetas de las procesiones, también hay piezas exclusivas de grupos de personas danzando en círculo o tocando instrumentos, como tambores, caracoles y flautas. [13]
Las esculturas más grandes (de 20 a 80 centímetros) son figuras antropomorfas decoradas con pintura facial y distintos tipos de vestimentas, algunas están de pie y otras sentadas. Las mujeres llevan vasijas o niños, y los hombres llevan pelotas o instrumentos, algunas son soldados con escudos. Las figuras de ambos sexos llevan joyas, orejeras y collares de conchas cortadas. La pintura facial es naturalista y estilizada. [13]
También se conocen esculturas con representaciones de figuras humanas con perforaciones en las mejillas, en las que se muestran de tres a cuatro personas (hombres y mujeres) interconectadas por un instrumento que les atraviesa las mejillas. [13]
Los individuos acostados o en camas son similares a los de Veracruz, destacando que son figuras atadas a una cama, lo que parecería indicar que son mujeres muertas de parto o convalecientes. [13]
Se han clasificado cinco tipos de maquetas que representan viviendas, midiendo aproximadamente 18 centímetros de alto por 20 de ancho y se distinguen por su techo a dos aguas con las esquinas elevadas en forma de triángulos. [13]
La casa tipo 1 carece de paredes, solo se ve el techo y la gente en su interior. La casa tipo 2 tiene una habitación amplia con paredes. La casa tipo 3, las medias paredes del edificio están inclinadas. La casa tipo 4, tiene dos niveles, con una habitación en cada nivel y escaleras. Y la casa tipo 5 es similar a la tipo 4, excepto que la casa está llena de gente. [13]
Entre las maquetas también se encuentran pueblos con una construcción circular en el centro, muy similar a la pirámide de la zona arqueológica de Guachimontones en Jalisco, rodeada de casas como la ya mencionada. [13]
Las tumbas de pozo son pozos verticales, cuya superficie puede ser circular o cuadrada, y tienen una profundidad de entre 1,5 y 16 metros, y un ancho de entre 0,80 y un metro; existen dos tipos: enterramientos familiares debajo de las habitaciones, o cementerios. [13]