Pero su salto a la fama ocurrió al año siguiente, cuando un grupo de dramaturgos, directores, escenógrafos, técnicos de la escena y actores, reunidos bajo iniciativa del fallecido dramaturgo Osvaldo Dragún quisieron demostrar en plena dictadura que, pese a los intentos por acallarlo, el teatro argentino todavía existía.[2] Así Ernesto Lerner, el inversor del proyecto edilicio, se comprometió a reconstruir y reabrir el teatro.Y empezó a hacerlo con el asesoramiento del escenógrafo Héctor Calmet, al mismo tiempo que avanzaba la obra de la torre lindera.[3] Pero finalmente, decidió vender el Picadero, que pasó a manos del productor teatral Sebastián Blutrach en junio de 2011.Las molduras, cornisas, balaustradas y el frontis sobre la entrada principal, son elementos de raíces italianas.