Su culto como beato fue confirmado por el Papa Pío VII en 1820.
A los veintisiete años abrazó la vida religiosa como hermano laico en el convento de los dominicos de Rimini: la tradición hagiográfica habla de los grandes sufrimientos que sufrió debido a las graves persecuciones de los hombres y del diablo; también le atribuye numerosos milagros realizados en la vida.
La noticia más antigua sobre su culto se remonta al 27 de diciembre de 1489, cuando su cuerpo fue trasladado a la iglesia de San Cataldo en Rimini y colocado en un arca a la derecha de la entrada principal del edificio.
En 1817 sus restos fueron trasladados a una capilla erigida en su honor en la colegiata de Santarcangelo.
Su elogio se puede leer en el martirologio romano del 3 de noviembre.