Su padre era también de Roma y se ganaba la vida como cocinero en el palacio del Príncipe Alieri.
Allí volvió a enfermar con un mal que no lo dejaría hasta la muerte.
Después fue trasladado a Bolonia y recluido en diversas cárceles hasta 1814 por la caída de Napoleón.
Entre los cofundadores célebres cabe mencionar a los Padres Bonanni, Giampedi y Albertini (que luego fueron ordenados obispos) y Merlini (quien sucedió a Gaspar al frente de la congregación).
Luego se entregó a una obra misional incansable especialmente entre los masones, los bandidos y delincuentes.