La forma de su tronco es muy variable, puede ser cilíndrico y recto en ejemplares bien desarrollados, aunque por regla general es tortuoso, y puede estar ramificado a baja altura o incluso desde el suelo, en cuyo caso los troncos son muy irregulares.Los pies masculinos producen grandes cantidades de polen en sus abundantes flores, que es dispersado por el viento.Es tan abundante que los días ventosos aparenta salir humo de los árboles.Los gálbulos maduros son alimento de aves, principalmente mirlos y zorzales o tordos —Turdus spp.— que dispersan sus semillas.[8]Vegeta en las altas parameras y laderas expuestas, principalmente sobre suelos ricos en cal, pero también en los silíceos, desde los 800 m hasta cerca de los 1500 m entrando en competencia con la encina (Quercus ilex) y el pino salgareño (Pinus nigra); planta de crecimiento muy lento, domina solo en condiciones extremas, ya que aguanta muy bien las fuertes heladas, asociadas a veranos secos y calurosos, que caracterizan las parameras donde habita.En sus límites alterna a veces con el quejigo o roble carrasqueño (Quercus faginea).En los montes sorianos son especialmente frecuentes las estepas negrales (Cistus laurifolius), sobre todo en la zona de Ucero y Valdemaluque, Torremocha de Ayllón, Gormaz, etc. Entre las plantas de menor talla que crecen asociadas al enebral[9] pueden citarse numerosas aromáticas, como el espliego (Lavandula latifolia), la salvia (Salvia lavandulifolia), la ajedrea (Satureja gracilis), diversos tomillos (Thymus zygis, Thymus vulgaris, Thymus mastichina, y Thymus mastigophorus), sanjuanes (Phlomis lychnitis) y zamarrillas (Teucrium capitatum).Otras especies que acompañan al enebral[2] en terrenos pedregosos y hasta con roca son las dedaleras (Digitalis obscura), las lechetreznas (Euphorbia nicaeensis).Incluyendo a las localidades de Sagides, Chaorna, Judes, Iruecha, Codes y Mochales.Con alguna intermitencia, se prolonga, por un lado, por el Campo Taranz, por el otro, por el parque natural del Alto Tajo, si bien, en ambos lugares, con menor intensidad.[8] Los bosques de sabina son considerados relictos por representar el testimonio de un paisaje vegetal que dominó o fue frecuente hace milenios; tantos, que aquellas sabinas ni habían visto aún al hombre.Si esto es así, y los resultados de distintos investigadores apuntan hacia ello, nos encontramos hoy ante una muestra, una porción de una fitocenosis terciaria, un paisaje vegetal traído por el túnel del tiempo hasta nuestros días.Si se quiere gozar del carácter de imputrescibilidad es necesario eliminar la corteza una vez cortado el árbol.