Roma, Nápoles y Florencia

Sobre Nápoles escribe: «...Durante una hora y media, me he tenido que tragar el más estúpido patriotismo de antesala, y ello entre la sociedad más distinguida.

El defecto italiano reside justo aquí; las derrotas de Murat parecen haberlo acentuado.

El hecho es que en Nápoles, como en España, la buena sociedad está a una distancia inmensa de las clases bajas pero, a diferencia del pueblo español, los napolitanos, corrompidos por un clima demasiado suave, no se baten...».

Y sobre las italianas comenta: «...Lo que no encontraréis jamás es exaltación, pero en compensación, sí espíritu, fiereza, razón, algo sutilmente provocador...

Siempre encuentro lo razonable, nunca la posibilidad de cometer locuras por amor...».