Dicha propiedad la heredó de su difunta esposa, Elena Carmona, con la que procreó una hija, Juliana.
Pero el amor de Mauro y Florencia se ve obstruido por Lucrecia, afirmando que espera un hijo suyo.
Mauro y Florencia tienen que separarse a pesar de su gran amor.
Su sorpresa es enorme pues él sigue albergando la esperanza que también Florencia haya sobrevivido a aquel accidente.
Mauro está dispuesto a saldar con Amaya las deudas económicas y emocionales que dejó pendiente en sus padres.