El término fue una creencia popular y apoyado por expertos balísticos hasta finales del siglo XX.
Según se creía, el poder de parada aumentaba cuando la munición obtenía una gran energía (si es que logra transmitir toda la energía que posee al objetivo).
Por otro lado, si la munición traspasa el objetivo, el poder de parada disminuye, porque no puede transmitir toda la energía que poseía al blanco, ya que la munición sigue teniendo energía porque sigue en movimiento.
Entonces, cuanta mayor energía entrega la munición, el blanco más va a tender a detenerse o caerse; es lo que solía llamarse poder de parada (la capacidad de derribar al objetivo).
A su vez, la energía de una munición está relacionada con su masa y con su velocidad al cuadrado (E=1/2 m v2).