La ciudad íbera del Molí d'Espígol consta de dos espacios arqueológicos bien definidos: el espacio o ámbito urbano donde se encuentran los restos visibles y visitables actualmente y, un espacio o ámbito suburbano que se extiende hacia el norte, más allá de las murallas del oppidum.
Cabe destacar la existencia de una antigua balsa o estanque en el lado suroeste, actualmente desecada, fuera del núcleo amurallado que, seguramente, garantizaba el suministro de agua al asentamiento.
Si bien los orígenes del asentamiento hay que situarlos en un momento final de la primera Edad del Hierro, a partir de la segunda mitad del siglo VI a. C. (íbero antiguo) el yacimiento daría muestras ya de una importante progresión.
Sin embargo, a inicios del siglo IV a. C., tiene lugar un cambio estructural en el asiento: el trazado urbanístico queda fijado tal como lo conocemos hoy en día, el hábitat se expande más allá de las murallas iniciales y aparecen los barrios suburbanos; es decir, el hábitat crecería y se convertiría en una ciudad, punto central de un territorio, residencia de un cierto poder político.
Durante los siglos IV-III a. C. el Molí d'Espígol conoció su momento óptimo, para ser abandonado en torno al 200 a. C. como consecuencia de la segunda guerra púnica y la derrota del pueblo ibérico de los ilergetes.