ὀρείχαλκος oreíchalkos 'cobre de montaña', influido en su forma por el latín aurum "oro") es el término con que se designa a un metal legendario mencionado en antiguos escritos griegos, siendo los más significativos los escritos de Platón sobre la Atlántida.
Según los estudios de muchos especialistas en metales e historiadores de la minería, el oricalco no es más que una aleación de cobre, zinc y plomo, muy probablemente el conocido como latón dorado.
Aunque es una aleación que hoy no consideremos más valiosa que el oro y el platino, por aquel entonces era un metal con mucho valor en la religión, el que se usaba para rendir culto a Poseidón y otros dioses de la antigua Grecia.
[1] El pecio, correspondiente a la primera mitad del siglo VI a. C., cargaba 39 lingotes de este metal formado, según la prueba de rayos X, de cobre (75-80%), zinc (15-20%), níquel, plomo y hierro.
A la vista de esta descripción algunos arqueólogos han pensado que el oricalco no era más que el ámbar: precisamente durante la Edad de Bronce final (siglo XII-X a. C.) el ámbar era uno de los principales productos que, desde la península de Jutlandia, los navíos de Tartessos exportaban a todo el Mediterráneo junto con el estaño, el bronce y la plata.