La oficina de aduana estaba típicamente localizada en un puerto o en una ciudad sobre un río importante que tuviese acceso al océano.
Estas ciudades actuaron como puertos de entrada a un país.
El gobierno tendría oficiales en dichas localidades con el fin de recoger impuestos y regular el comercio.
Debido a los avances en sistemas eléctricos de información, el incremento en el volumen del comercio y la introducción del transporte aéreo, la oficina de aduana suele ser vista ahora como un anacronismo histórico.
Hay muchos ejemplos de edificios alrededor del mundo cuyo uso anterior era como una oficina de aduana pero estos, desde entonces, han sido convertidos para tener otro uso, como museos o edificios cívicos.