La infección acaba afectando al crecimiento vegetativo, frutos, semillas y flores provocando graves pérdidas en el rendimiento de los cultivos.
[2] La infección comienza a finales de la primavera, comienzos del verano cuando los conidios(n) se sitúan en la superficie de la hoja y atraviesan la pared celular vegetal formando apresorios.
Posteriormente, el hongo crece hifas secundarias capaces de formar conidiosporas(n) que pueden ser dispersadas por anemocoria.
El hecho de que la mayoría de los ascomycetes y basidiomycetes no adopten esta estrategia vital, pero esté presente en ambas divisiones, sugiere que esta estrategia ha surgido múltiples veces durante la evolución.
[4] Se trata del genoma fúngico secuenciado hasta ahora más repetitivo con un 90% de elementos genéticos móviles y 6540 genes anotados.