Con anterioridad existía la figura del campeón manomanista, pero se trataba de un título oficioso y honorífico que no estaba respaldado por ninguna federación oficial.
Ese título no se ponía en disputa en ningún campeonato oficial, sino que se obtenía superando al anterior campeón en un duelo mano a mano, según ciertas reglas que estaban marcadas por la tradición.
Al ganador del manomanista se le entrega una txapela como símbolo y trofeo por su victoria.
Desde la creación de la LEPM el campeonato se organiza fuera del ámbito y reglamento Federativo alguno.
[2] (2) Gallastegui renunció a jugar la final por discrepancias económicas con la Federación Española de Pelota Vasca y por el cambio de celebrar el torneo anualmente y no cada dos años como hasta entonces se celebraba.