Macedonianismo

Surgido cuando la Iglesia se encontraba inmersa en las disputas teológicas provocadas por el arrianismo, que negaba la consustancialidad del Hijo con el Padre y, por tanto, la divinidad de Jesucristo; el macedonianismo no negaba dicha consustancialidad, pero sí la del Espíritu Santo al que consideraban como una criatura del Hijo y en consecuencia inferior a este.

[1]​ Condenada formalmente como herética en 381 por el Primer Concilio de Constantinopla que se decretó, mediante la revisión del Credo niceno, que el Espíritu Santo era consustancial con el Padre y el Hijo, conformando las tres personas de La Santísima Trinidad.

Los seguidores de esta postura radical fueron también llamados pneumatómacos (adversarios del Espíritu).

El Espíritu Santo nos hace partícipes de Dios por divinización (Theosis) una prerrogativa que señala su propia divinidad.

San Atanasio defiende su consubstancialidad con Dios Padre y Dios Hijo, razonando que si La Santísima Trinidad es eterna, homogénea e indivisible y el Espíritu es miembro de la Santa Trinidad, necesariamente es consubstancial con los otros dos.