La autoría de este tratado sigue siendo incierta: existen diferentes posiciones entre los especialistas.
Su autenticidad, como obra isidoriana, es defendida por C. Leonardi, O. García de la Fuente, J. Madoz y J. Fontaine, que muestra las relaciones existentes entre este tratado con las Etymologiae, y Domínguez del Val.
En la edición de Arévalo, el autor comienza afirmando que no es nada inútil conocer el significado de los números, ya que contienen muchas enseñanzas y advertencias espirituales.
Se describen los números del 1 al 16, luego del 18 al 20, los números 24, 30, 40, 46, 50, 60: en el estudio de cada número se exponen sus principales características, ante todo desde un punto de vista estrictamente matemático y luego también simbólico y espiritual, indicando su uso relativo en los dos Testamentos.
J. Fontaine, en cambio, afirma que Isidoro escribió el tratado a petición de Braulio, trasladando su finalización al 632 d. C.[7]