Júlia da Costa
Desde entonces siguió escribiéndose con Carvoliva, pero en secreto: dejaban las cartas en diversos escondites (como el hueco de un árbol viejo que conocían).[2] Desilusionada, Julia comenzó a escribir febrilmente poemas cada vez más abatidos y melancólicos.Empezó a asistir a fiestas nocturnas, se teñía el cabello de color negro (algo que en ese momento solo se les permitía a las prostitutas y las bailarinas), se maquillaba el rostro, llevaba muchas joyas, participaba en campañas políticas y publicaba en periódicos y revistas, lo que la convirtió en una leyenda en su pequeño pueblo.Durante el tiempo que permaneció enclaustrada, planeaba escribir una novela y, por lo tanto, confeccionó paneles coloridos con escenas campesinas, interiores de hogares e inspiradores paisajes que se difundían por las paredes de su casa.[1] Desde 2003 el Instituto Histórico e Geográfico de Paranaguá (IHGP) solicitaba a la municipalidad que se recuperaran los restos.